"El teatro no ha muerto; lo están matando con apatía y conformismo"
En los últimos años, he sido testigo del cambio que ha tenido el quehacer teatral y sus actantes. Entre cosas esperanzadoras y el desastre social en el que, inmersos, sobrevivimos los trabajadores del teatro, destaca la apatía como una barrera infranqueable que mantiene a nuestra comunidad teatral en un sesgo totalmente parcial y nepotista. Hacer teatro en Latinoamérica es difícil; hacer teatro sin comunidad es imposible. Solo las redes de apoyo son el medicamento contra estas problemáticas, y fomentar la colaboración es trabajo arduo, pero necesario por parte de creadores, instituciones e investigadores.
Mis alarmas se encendieron una mañana de ensayo al ver en una de las paredes del lugar una de las frases más absurdas y trilladas del teatro: “El teatro está muerto”. Nunca antes, ni con la censura de los puritanos ingleses, ni la llegada del cine, ni la crisis de la presencialidad impuesta por la pandemia, el teatro estuvo tan en peligro de perder su sentido y su contundencia. Los ejemplos anteriores más bien ponían presión a un arte que florece en la crisis. Es el germen de la apatía y la comodidad la verdadera kryptonita del teatro.
El teatro se ha sistematizado en una estructura de valores relativos que aceptan la inacción y sobreponen el mero entretenimiento. No es que sea terrible entretenerse; lo que es terrible es dejar de pensar por qué me entretengo. Resulta fatal que el arte teatral, provocador por naturaleza, se dedique a alimentar la aparente satisfacción de una vida en calma.
Que triste es ver cómo la política contemporánea ha robado las herramientas del teatro para utilizarlas en su impacto social, mientras que todo lo que ocurre bajo el sello del arte de Talía y Melpómene parece anticuado, condenado al velo condescendiente de la “ficción”. Incluso sus supuestos salvadores lanzan vanas transformaciones que alteran nuestro nombre en estertores vacíos (liminal, pos, trans).
Desde La Quinta Pared reivindicamos el teatro como un acontecimiento cultural e indudablemente crítico.
Nos comprometemos a:
1. Sacudir y provocar: Combatir la apatía mediante una revolución poética que despierte emociones personales y reflexiones colectivas, a través de la inclusión de las distintas formas teatrales y el diálogo entre ellas.
2. Desmantelar el nepotismo: Brindar un espacio para voces que normalmente no tienen cabida en espacios de proyección por falta de conexiones o pertenencia a un estrato socioeconómico determinado.
3. Reivindicar el pensamiento crítico: Defender un teatro que cuestione, que incomode y que no se conforme con ser mero entretenimiento, desde los fundamentos objetivos de una crítica teatral participante y en conexión con los procesos creativos.
El teatro vive, pero necesita que lo hagamos vibrar, arder y resonar. Desde este manifiesto, abrimos las puertas a quienes deseen unirse a este movimiento de resistencia teatral.
"La Quinta Pared no observa desde la barrera: la derriba."